Nunca he sido una persona extremista, más bien me decanto por los términos medios pero en los últimos meses y sin haberlo planificado, he visto como mi vida ha sido un constante ir y venir de extremas emociones y situaciones.
En un año he pasado de la felicidad al desespero, del amor incipiente (ese que te alegra y da vidilla al corazón) a la más pura decepción, del pánico a volver a amar algo que se me prohibió a disfrutarlo con extrema pasión, de haber vivido un reencuentro largamente esperado a sufrir una despedida que nunca quise que volviera a ocurrir o hasta de vivir en un ático con vistas en un barrio marujo a vivir en un bajo interior en un barrio de lo más cool.
Parecería como si mi existencia fuera un auténtico fracaso, pero no lo es, simplemente es la vida que en ocasiones o bien se olvida de nosotros o bien nos pone a prueba para hacernos recordar que éste no es un viaje fácil. Pero lo mejor es cuando te das cuenta que a pesar de todo sigues ahí y por fin empiezas a ver el fruto de tanta lucha.
Sí, reconozco que mi nueva vivienda es un asco, pero ahora vivo en el centro de Madrid, con lo que camino más que nunca y mi salud me lo está agradeciendo. Por fin encontré trabajo, un trabajo digno, que me reta y lo mejor de todo, que está a 15 minutos a pie de mi casa, un lujo en una capital como esta !!
Mi corazón está más tranquilo que nunca, fortalecido por los últimos embites y dispuesto a no dejarse pisotear nuevamente. De ese reencuentro y despedida que os hablé, reconozco que lo volvería a hacer una y mil veces al igual que a volver a disfrutar de pasiones prohibidas, sobretodo si vienen de ultramar, acompañados de una chelita y unos taquitos al pastor.
Nunca hay que desesperarse cuando las cosas no salen como uno espera, porque todo llega en esta vida, ya sea de un extremo o del otro, la cuestión es saber sacarle partido a cada situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario