Sentada delante del ordenador, me quedo absorta con la mirada fija en la esquina superior derecha de la pantalla. La fiesta de ayer duró hasta tarde y hoy me noto cansada y con un leve dolor de cabeza, fruto quizás de los dos copazos que me tomé. No quise más. Nadie entendió que me quisiera ir. La excusa de tener que trabajar esta mañana no convenció a muchos, ¿pero qué les iba a decir? Simplemente me fui. - Mañana más, pensé.
De repente oigo los aplausos de la gente y me doy cuenta de que el cuentacuentos ya ha empezado. Hoy vuelve a ser sábado de cuentacuentos en Blanquerna, y el centro se nos llena de niños corriendo de un lado para otro. No estoy yo como para aguantarlos, así que me encierro en mi despacho y dejo en la lejanía el relato de la Luna y la Ciruela.
Hace un rato, mientras desayunaba con Lauris, me he dado cuenta que ultimamente he acumulado mucho dentro de mí, y que me cuesta sacarlo, creo que más de lo habitual. Así que me ha dicho que guarde una libreta en el bolso y que no deje escapar nada. Es curioso ver como los consejos que tú has dado en alguna ocasión te lo esten dado ahora a tí. Creo que nunca acabamos de aprender.
A veces pienso que las cosas no van como yo quisiera y no entiendo por qué. Veo a mi alrededor como la gente avanza y yo por el contrario, me siento estancada. Todo se me resiste más de lo normal pero reconozco que cuando algo se me pone fácil huyo. Ayer me lo decía un amigo. Me echó la bronca por no querer ir a Mérida a hacer aquella entrevista de trabajo, luego me preguntó por mis "targets" en aquella fiesta y le dije que no me diera la brasa, que me da pereza, que paso de conocer a nadie, que prefiero estar con mis amigos. También me echó la bronca por ello. Dice que lo que me pasa es que me asustan los cambios. Quizás sea así.
Estas últimas semanas he pensado mucho en un montón de cosas. Y me sobraban los motivos para ello, aunque poco importen ya. La vida me ha dado una lección y la otra noche pude por fin dormirme sin lágrimas en los ojos. Ya lo sabía pero ahora siento más que nunca que no estoy sola.
Un compañero me pide que no cambie nunca y que nada me haga perder la sonrisa. Mi hermana acepta compartir este secreto para siempre. Mi mejor amiga me pide que nunca más deje de contarle mis problemas. Él, que esperaba mis noticias y no se atrevía a llamarme, se sigue acordando de mí.
Y esta vita brevis continua ...