Hacía tiempo que no había estado en su ciudad, y por fin después de muchos meses de exilio voluntario regresó, aunque sólo para quedarse unos días, y en su primera noche decidió salir con un par de amigos a los que hacía tiempo que no había visto. Ellos dos eran de los pocos amigos que aún le quedaba en la ciudad.
Después de recorrer varios bares de copas, decidieron acercarse a uno de los locales de moda del momento. El lugar, no muy grande, estaba abarrotado de gente y la música sonaba tan alto que se hacía misión imposible seguir con sus pláticas, así que copa en mano decidieron dejarse llevar al ritmo de la música.. Mientras sus dos amigos iniciaban un juego de miradas indescifrables, ella bailaba y se dejaba ir. El trabajo la había absorbido en los últimos meses y no recordaba cuando había sido la última vez que había salido a bailar.
De repente y sin saber por qué se paró, y allí vió a aquel chico mirándola fijamente con unos ojos negros que la atraparon al instante. Sólo hicieron falta unos pocos minutos y una corta conversación para que sus labios se unieran en un apasionado, largo y húmedo beso. La música, la gente y sus amigos seguían allí, pero ella y el muchacho de sonrisa y labios deliciosos parecían estar en otro lugar, un lugar donde sólo tenían cabida ellos dos. Perfecto duo, ritmo acompasado. Sintiendo su cuerpo estremecer al más leve roce, no pensaba en nada, sólo percibia sensaciones, calor, sed de más, siempre más.
Aquella noche sin embargo, y aunque ambos lo desearon más que ninguna otra cosa, cada uno tuvo que seguir su camino. Inesperado bocado de realidad. Ya en el exterior del local, regalaron a la noche un último beso y el deseo que el azar los volviera a juntar en alguna otra ocasión.
Tendrían que pasar algunas noches en vela por los ardores de cuerpo que aquel encuentro les provocó.