El sábado a mediodia después de una copiosa comida me fui quedando poco a poco dormida viendo no sé qué en la televisión. La verdad que poco me importaba. Esa mañana tuve que trabajar, después de una noche de juerga con final gratamente inesperado, lo que me hizo ir a la oficina sin apenas haber dormido y preguntándome que carajos estaba haciendo allí en una soleada y calurosa mañana de sábado veraniego.
Ante la perspectiva de verme toda la tarde costreando delante de la tele, me pegué una ducha y salí a la calle a pasear. Así que casi sin saber a dónde ir, me vi metida en el metro dirección Alcorcón para hacer una visita a unos grandes almacenes, de esos asequibles que te equipan para hacer deporte. Después de casi 1h de viaje, llegué allí sólo para darme cuenta cinco minutos después que no tenían lo que iba buscando. Rodeada de un montón de gente comprando las cosas más inusuales, me empecé a sentir mal, supongo que la combinación de resaca y falta de sueño estaban surtiendo efecto y de repente sentí la necesidad de beber algo. Me dirigí a la máquina de bebidas pero ésta no funcionaba.
- Ya!, pensé, me largo de aquí.
Volví a salir a la calle para cruzar aquel inmenso parking, seguido de aquel inmenso parque y todo ello bajo un sofocante calor, para volver a meterme en el metro. El aire acondicionado, el viaje sentada y el traqueteo del metro parece que me dieron un respiro y poco a poco me fui sintiendo mejor.
Entre los mil pensamientos que cruzaban mi cabeza, me acordé de aquel carrito para la cocina que vi la semana pasada y que me quería comprar. Así que me baje dos paradas después de la mía y por fin salí del metro en medio del bullicio de Fuencarral. Mientras me dirigía a la tienda ya iba pensando en qué lo iba a emplear, dónde lo iba a poner, cuánto me iba a .... -Diossss!!! Ya no estaba en el escaparate!!! Presa del pánico entré en la tienda al grito de: -“¿dónde está el carrito de cocina?” A lo que la dependienta muy amable ella me contestó que ya lo habían vendido y que obviamente no quedaba ninguno más.
-Joder!! Craspitas!! Chihuaha!! Eso me pasa por no comprarme las cosas cuando las veo ....
Salí a la calle de nuevo, la cabeza me volvía a dar vueltas y nuevamente la resaca me hacía recordar la noche anterior. La gente iba de un lado para otro y yo empecé a caminar nuevamente sin saber muy a dónde ir. Justo en ese momento pasé por delante de una heladería y la imagen de un refrescante granizado de limón me devolvió a la vida.
-Me pone un granizado de limón? - dije toda sedienta, a lo que me contestó el también muy amable dependiente, - lo siento guapa, pero no tenemos (!!*/&$%º<- 15KKnes ...) mejor no descifrar ese pensamiento que tuve en aquel momento. Entonces me dí cuenta que todavía no había conseguido beber nada desde que estaba en Alcorcón, hacía más de una hora y la desesperación empezaba a hacer mella en mi. Entré en el siguiente bar, casi me arrojé a los brazos del camarero y le pedí casi como alguien que está perdido en el Sáhara: -Agua!! Por favor, déme un botellín de agua!!!! Cuando el mismo empezaba a pronunciar las fatídicas palabras “lo siento, pero ya no ... ", me quedé paralizada y presa nuevamente del pánico le espeté: -¿Cómo coño no hay botellas de agua en un barrrrrrrr????? Después de unos segundos de tensión el hombre alargó su mano y me ofreció una lata de Nestea. Compro! Mientras regresaba a casa tranquilamente bebiéndome aquel té helado, pensé que quizás hubiera sido mejor quedarme en casa, que quizás hubiera sido mejor no haber contestado aquel sms ... Pero después pensé para mí misma: - oye, ¿y por qué no?
*Cada cual que le ponga el título que quiera (el editor no me ha dejado escribirlo, curioso, esta vez no podía ser de otra forma ...)