09 enero 2009

Tic, tac, tic, tac ...

Lo último que podría esperar de aquella tarde de domingo, era acabar la noche en los brazos de alguien, pero así fue. Y no fueron los brazos de alguien deseado los que la rodearon en su cama, sino los de un músico bohemio al que le pidió la hora en un bar.
Amanece y parece que la cama esta mañana no está tan fría como de costumbre. Por un momento se siente bien pero se da cuenta que no es aquello lo que quiere. Es extraño estar abrazado a alguien y no sentirlo a tu lado, mirarlo a los ojos y ver la mirada de otra persona, olerlo y acordarte de aquella sofocante noche de verano, tocar su pelo lacio y enredarte con los rizos de otro, saber que no existe la confianza necesaria y que el que siempre se queda con las ganas de escucharte más no está ahí.
Días después piensa en la infinita pereza que le da volver a quedar con aquel tipo y sin darle explicación, simplemente lo olvida.
La cama retoma su frío habitual y el metrónomo sigue marcando el ritmo de sus mañanas. Y entonces toma conciencia de una realidad que a veces quiere negar, dándose cuenta que siguen existiendo algunos vínculos en su vida que desafían la distancia, el tiempo y sobretodo la lógica.

2 comentarios:

Bárbara dijo...

Así es el corazón, nunca sabes por donde va a salir.

elena dijo...

Por más que queremos controlarlo siempre es él quien acaba dominando todo